“Dóping, depresión y un frágil carácter acabaron con el Pirata”.
Así titulaban la mayoría de periódicos deportivos (o no) la triste noticia del fallecimiento de Marco Pantani un 14 de febrero de 2004.
Han pasado 15 años.
Y el recuerdo de su memoria, de su épica y del mito en que se convirtió, sigue muy vivo.
Con Marco Pantani nos identificamos todos los aficionados al ciclismo porque encumbró este deporte a la categoría de leyenda y contaba con toda nuestra devoción.
Así era.
Hasta aquella fatídica fecha.
Conservamos, todavía aún, muy frescas en nuestro imaginario colectivo numerosas proezas imborrables de aquel joven escalador italiano, valiente y descarado.
“El elefantino”, empezaron a llamar a Marco Pantani
No hace falta explicar por qué ¿verdad?
Sobre todo cuando atacaba aquel incipiente calvo cuesta arriba, con aquella imagen que nos dejó, viéndolo por detrás, bailando encima de su bicicleta, mucho antes de que se colocara un pañuelo en la cabeza, una anilla en una oreja y se dejara crecer perilla.
“El Pirata”, lo llamaron entonces.
Podemos recordar, por ejemplo, el Giro del 94, donde se dio a conocer, destapando el tarro de todas sus esencias de escalador fuera de categoría.
Fue el Giro que perdió Induráin a manos de otro insolente joven ruso llamado Berzin.
Pantani atacó en el Mortirolo -en una memorable etapa- marchándose en solitario.
Induráin le siguió como pudo.
Berzin se había quedado.
Al llegar al final del descenso, ya en carretera llana, Marco esperó a Miguel y ambos, a relevos, pusieron pedales en polvorosa a la búsqueda del tercer puerto de la jornada: el Valico de Santa Cristina.
En aquella última ascensión, Pantani descolgó finalmente a Induráin, que había pillado una pájara de cuidado, un melocotón tremendo, dirigiéndose solo hacia meta, ganando a lo campeón y haciéndose un hueco entre los grandes del ciclismo.
En el Giro que ganó, el de 1998, intentó distanciar a Pavel Tonkov, atacándolo una y otra vez durante la ascensión del Montecampione, un puerto que se hizo eterno, un coloso de 19 kilómetros de longitud.
Pero el ruso no le perdía la estela. Estaba soldado a su rueda.
A falta de 3 kilómetros, un demarraje fulminante, con su fiel estilo, agarrado a la parte baja del manillar, le dio a Pantani más de un minuto de ventaja sobre Tonkov, que tuvo que ceder finalmente a aquel ritmo diabólico, que fue suficiente para que se alzara con la victoria.
Puede que su día más glorioso fuera la estocada definitiva que clavó a Ullrich en el Galibier, seguida de un descenso a tumba abierta entre la niebla y la lluvia, unida a la victoria en Deux Alpes que hizo que se vistiera de amarillo en el Tour de aquel mismo año: doblete.
Marco Pantani ha sido el último ciclista en ganar el Giro de Italia y el Tour de Francia
Su antecesor: Miguel Induráin, en 1992-93.
El Pirata era un ciclista espectacular, brillante.
Y el aficionado se lo agradecía, en una época huérfana de “caníbales” y “tejones”.
Uno de los grandes escaladores de la Historia, a la altura de Gaul, Bartali, Bahamontes y Jiménez, entre otros.
Hacía mucho tiempo que se esperaba un ciclista como él, sobre todo los tifosi, que encontraron en él a su ídolo, un combativo corredor autoritario y liviano.
El auténtico “señor de las montañas”
Un héroe.
Fuimos muchos los que lloramos su pérdida aquel infame día.
Perico Delgado dijo entonces que “después de su descalificación en el Giro no levantó cabeza. Pensaba que se había tratado de un robo y perdió el autocontrol”.
Marco Pantani era de origen sencillo y modesto, quizás sin muchos estudios, pero los médicos que lo trataron tuvieron mucha más responsabilidad que él en su dopaje.
Jugaron con él.
El dinero mandaba, claro.
El recorrido de la Ciclobrava es de genuino cicloturismo
Incluso el ex esquiador alpino italiano, Alberto Tomba, expresó su malestar y pena: “se ha encontrado solo cuando más necesitaba la ayuda de la gente”.
Cipollini, el gran esprinter, que puede que cayera mal algunos, seguro que cambiaron de opinión cuando supieron que fue uno de los pocos que ayudaron hasta el final a Marco.
Corredores como Virenque manifestaron su rabia: “estoy indignado. Estaba deprimido y los medios de comunicación lo seguían atacando”.
Unos medios inhumanos.
Hasta Gimondi tuvo palabras para él: “Pantani ha pagado un alto precio por estar en el ojo del huracán después de ser el mejor”.
Al final, todo se resume con la frase que sentenció Anquetil después de la muerte de Tom Simpson en el Mont Ventoux, durante el Tour del 67:
“Todos somos responsables de esta muerte. Exigimos demasiado al ciclista”.
Jordy Escrihuela
Sorgente: Pocos ciclistas marcaron con la fuerza de Marco Pantani